Mi entrada esta semana va a tratar sobre un músico albino que desafió a su propio país para defender la música y a sí mismo, se llama Saif Keita, se define como “blanco con sangre negra”, sus padres son negros, él, albino. Proviene de un país africano llamado Malí, donde los albinos están sentenciados y la palabra música y canto prohibida para los de su casta.
Su historia cuenta de cómo los demás niños le rechazaban por ser blanco, dando lugar a la soledad que siempre le acompañaba, tan sólo se consolaba con el sonido que producía su guitarra, según cuenta él: “fue la propia sociedad la que le hizo refugiarse en la música, no tenía amigos, pero al menos tenía mi guitarra”. Actualmente se le conoce como “la voz de África”.
Otra de las cosas que tuvo que afrontar fue la de pertenecer a Malí, donde dedicarse a la música era un tema tabúpara los que pertenecían a su casta social. Según cuenta en una entrevista: “Dada mi condición de excluido, o me convertía en delincuente o cantaba canciones. Me parecía más noble ser músico y decidí construir mi vida así.”
Este músico canta en francés, en malinke…nos dice que el idioma no es lo importante, lo que realmente importa es el mensaje que ésta transmite y sobre todo, que la música africana lo que siempre ha buscado es sensibilizar a la gente y hacerla bailar al mismo tiempo. También destaca que este tipo de música está emparentada con la árabe y de ahí con el flamenco: “Tienen la misma raíz, todas son un grito del alma”.
Volvió de Francia a Malí (después de 20 años) para montar un estudio y una crear la Fundación global que lleva su nombre para ayudar no solo a los albinos sino también a los músicos que hay allí, otorgándoles una oportunidad para formarse o grabar su música.
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